Alejandro Dolina conserva su simpleza. Aunque aborde temas de la literatura o de la filosofía cuya complejidad implica un estudio profundo de la materia, sus palabras se escuchan sencillas, se entienden a la perfección y mantienen una elocuencia impecable que ni los años ni la vejez pudo someter.
La biografía oficial indica que es oriundo de Baigorrita, Provincia de Buenos Aires, y que vivió su adolescencia en Caseros. Pero su historia de vida esta signada por Flores, el barrio que marcó a fuego su obra por las experiencias que le regaló, que sirvieron de base para la mayoría de sus libros, donde cuenta las desventuras de un grupo de amigos, mezcladas con fantasía e historias de dinastías milenarias.
En una entrevista con Radio Metro, mientras reflexionaba sobre la inevitabilidad de la muerte, contestó que la única salvación del sinsentido de la vida es el amor, y que no existía mayor felicidad ni ningún otro milagro más sorprendente que “el momento culmine del amor”.
La mujer es uno de los tópicos más recurrentes de su obra. Dedica una opereta entera a buscar el amor de Laura, y se enreda en aventuras con distintas mujeres en el programa de televisión producido por él y Juan José Campanella “recordando el show de Alejandro Molina”.
Jamás le tiembla voz al hablar. La certeza en sus palabras es la marca registrada de su identidad. Los silencios entre idea e idea no son baches, sino lagunas de pensamiento, donde se elaboran las ideas en su mente, atravesada de historia, filosofía y literatura de todos los tiempos.
No son solo sus palabras las que son oídas por miles de personas desde hace más de 30 años, sino también su canto, que bajo el personaje del Sordo Gancé deja salir en el último segmento de cada programa.
Sus años le otorgan una apariencia apaciguada, la misma lentitud de las palabras se traslada a su andar. Aunque todavía conduce su auto desde su casa a la radio donde todas las noches realiza su programa, un asistente debe sacarlo del estacionamiento porque la dificultad de las maniobras lo supera. Mientras espera, conversa tranquilamente con los oyentes que se acercan a escuchar en vivo el programa, los recibe uno a uno y les firma los libros y posa para las fotos, con mucha serenidad y una sonrisa.
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