30-10-2017
 

Entre músico y profeta



 



El lugar donde Atzmus se reúne a ensayar es una casa, ubicada en el barrio de Once. En ella vive Emanuel, el guitarrista, junto a su familia y a sus hijos. Los músicos y todos los que rodean a la banda forman parte de ésa familia, ya que son recibidos en el living como uno más. Es una semana muy complicada para todos los integrantes, ya que se acerca un gran concierto en el Teatro Premier, y como toda organización independiente debe lidiar con las dificultades que un evento de esta envergadura conlleva.

A pesar del poco tiempo y las muchas tareas, Eliezer Barletta accede a tener una conversación durante el último ensayo antes del show, del que no podrá participar por estar recuperándose de una fatiga en las cuerdas vocales, que lo dejó en el hospital el día anterior.

Desde hace nueve años lidera este proyecto que mezcla las dos facetas de su vida: su fé y la música. Su identidad esta signada por sus creencias, cada centímetro de su cuerpo y de sus pensamientos está atravesado por la cultura judía. Opaca toda su imagen la barba abundante, gris, negra y blanca, resultado de años y años de cuidado, que ocupa la mitad de su rostro y termina en el pecho, ocultando algunas marcas que el paso del tiempo deja en la cara.

El modo de vestir le trae algunas dudas. En los primeros años de la banda conservó su atuendo tradicional judío, los sombreros grandes, trajes negros y camisas blancas en los shows, los videos y las entrevistas. Ahora se cuestiona y dialoga con los miembros de la banda si debe conservar sus tradiciones a como dé lugar o si corresponde aggiornarse a los tiempos modernos, que a veces condenan a ciertos comportamientos y no son tan bienvenidos en ciertos ambientes.

El resultado: una discreta kipá en la cabeza y una extraña fusión de jeans clásicos, remera y campera negra larga, hasta la rodilla. En la tradición judía el negro es un color puro, representa la humildad y el eterno duelo por la destrucción de la casa de Israel. En la tradición rockera, el negro no tiene ningún significado específico, pero distingue a todos los que de una manera u otra se oponen al sistema y se identifican con el género.

Después de resolver inevitables cuestiones burocráticas sobre el show, Eliezer se sienta amablemente a compartir una charla. Deja su celular arriba de la mesa y se enfoca profundamente en su interlocutor, lo observa, como si quisiera aprehenderlo, dedicarle lo mejor posible en cada instante, en cada palabra.

Está acostumbrado a hablar. Las clases de canto y el curso sobre la Torá que dicta semanalmente lo hacen un hábil amigo de las palabras. Sus respuestas no apuntan simplemente a contestar preguntas y cumplir, sino que van hilando reflexiones que se basan en su conocimiento y su visión del mundo. Hay un rastro de su fé y de su creencia en la humanidad que se trasluce en todo momento.

Su tono es tranquilo y gentil, y sus pensamientos se van dando forma a través de complejas explicaciones en las que ocasionalmente incluye conceptos en hebreo, para los que se toma el tiempo de explicar su significado en español y la trascendencia que tiene eso en su vida.

Él se considera un “pequeño destello” en la infinidad de la existencia. Su respeto a Dios lo hace valorar cada segundo como único y profesar en su vida y en las letras de sus canciones la constante búsqueda de la paz y el amor. El título de su segundo disco “No Hay Mundo sin Amor” resume la enseñanza que rige su vida y que trata de manifestar en cada palabra y en cada canción.

De vez en cuando suena su celular. Esta vez son los seguidores de su banda, a quienes considera como una “gran Familia” y no como sus “fans”. Contesta personalmente los mensajes de anónimos con preguntas referidas al show y maneja un grupo de Whatsapp donde está toda su “comunidad Atzmusiana”. Siente una conexión muy especial con su público, al que trata de alcanzar con sus letras y sus melodías para que puedan encontrar el equilibrio en sus vidas y la razón de ser.

"Eli" es un gran soñador. Anhela viajar a Israel para visitar su tierra, el origen de toda su cultura. Piensa en esos términos, siempre trascendentes, tratando de alcanzar la esencia de su vida. Sueña y vive cada minuto, tratando de llevarle al mundo su mensaje a través de la música.

 

 

 




Autor: Mariano Ferrentino
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