06-11-2017
 

El Refugio de nuestra Tierra



 



A pocos metros de los grandes pabellones de Ciudad Universitaria, funciona la Ecoaldea Velatropa, una gran extensión de espacio verde que desde hace 10 años se dedica al cuidado de la reserva.

Buenos Aires es una ciudad cosmopolita, llena de sorpresas y diversidad cultural. Su paisaje habitual son grandes edificios, calles largas y grandes, caos de tránsito, luces, teatros y eventualmente alguna plaza o espacio verde. Dentro de esa diversidad y a pocos metros del Estadio Monumental, un grupo de estudiantes decidió construir un espacio que funciona a contramano de la metrópoli.

Dentro del bosque, senderos delimitan las distintas áreas de la aldea. La parte central es una gran “plaza” rodeada de algunas construcciones de adobe y barro. Una pequeña tienda funciona de cocina y lugar de encuentro de los aldeanos, con una pequeña estructura hecha de barro que sirve de chimenea, para calentar el agua, cocinar y reunirse para tomar mate. Al lado del invernadero, una mesa a la altura del piso está rodeada de asientos construidos por pallets, troncos, y una bañadera cortada transversalmente y sostenida por maderas, que sirve de perfecto banco para varias personas.

Todo está construido con las sobras de la gran ciudad: el lugar donde lavan sus platos y acomodan sus elementos de cocina esta sostenido por maderas, tablones y chapas, que se enredan con las plantaciones y macetas de tierra. Las carpas están levantadas con bambú, cañas atadas con mucho cuidado, mantas de plástico, y carteles gigantes de metal. Cerca de los restos de escombro, se impone un círculo gigante de ruedas de camión llenas de tierra y plantas.

La idea nació de un grupo de estudiantes y profesores que se propuso recuperar un espacio olvidado y dañado. Durante 10 años, lograron transformar un descampado lleno de basura y escombros, conocido como zona de crímenes y asentamientos ilegales, en un santuario lleno de huertas y plantaciones, que defiende el modo de vida autosustentable.

“Chasqui” es la cara visible, el guardabosque, y uno de los referentes históricos de la aldea. En su larga barba se enredan algunos rulos, sus ojos son pequeños y se achinan con cada sonrisa que esboza. Su mirada se tuerce por momentos al hablar y se pierde en la inmensidad de la naturaleza que lo rodea. Su cabello crespo y rizado se oculta tras un gorro con el que se protege del sol durante las actividades del día, que incluyen recorrer y cuidar el parque, juntar leña, acomodar y ordenar las que se utilizaron en la comida y recibir a los visitantes.

“A algunas entidades les cuesta aceptarnos pero saben que les conviene de verdad que estemos, porque desde que estamos acá no hay más violaciones, no hay más choreos, los estudiantes pueden venir y tomar mates tranquilos, nadie les va a faltar el respeto, es un espacio de completa libertad”, relata Chasqui. La libertad es el valor fundamental de la organización. No hay estructuras de trabajo, ni horarios definidos para comer. El único orden es el comunitario, cada aldeano puede disponer de su tiempo a su voluntad, con el único requerimiento de dedicar tres horas a tareas comunes, que pueden ser elegidas con completa libertad: trabajar en la huerta, cortar leña, hacer una construcción o proponer una actividad nueva. Algunos son estudiantes de la UBA y otros tienen trabajos en ciudad, ya que la aldea está abierta a cualquier persona dispuesta a vivir la experiencia en la naturaleza.

“Solamente no se permite la violencia, robo, droga o alcohol. A veces viene gente de afuera alcoholizada, violenta o drogada, que piensa que puede venir a vivir y les explicamos que no, que les informaron mal. Tenés un parador en Retiro que recibe gente gratis, donde tenés techo y comida. Acá estamos en otra, laburando.”. Nadie es poseedor de ningún título, ni de ningún cargo. Todas las decisiones se toman con el consenso de todos, en las asambleas de los sábados. Las reuniones son abiertas al público, y se dialoga sobre las experiencias de cada aldeano durante la semana, la organización de talleres, la convivencia, y los plazos de salida y entrada de los habitantes, en base a las sensaciones de cada uno.

El cartel que recibe a los visitantes reza: “Que aquí se plasmen los más altos ideales de todos los tiempos/Que aquí se respeten todas las creencias, estratos, razas y culturas/Que aquí se practique la libertad real como mismo sistema de aprendizaje/Que se investigue y apliquen modelos más sanos de desarrollo/ que se practique la paz” como la síntesis de los valores comunes que se respiran en todo momento.

El gran desafío es ir en contra de las políticas capitalistas, cuyo sistema de productos descartables y economía de consumo, genera grandes cantidades de basura, químicos y contaminación a costa del ambiente. La aldea promueve talleres para generar conciencia e instruir sobre prácticas de consumo sustentable y prácticas que ayuden a generar conductas de ahorro y reutilización: como hacer un compost, un baño seco, una huerta orgánica o una bioconstrucción, o la implementación de energías renovables como la eólica, solar e hídrica. “Está todo bien con lo material, tener una misión y capitalizar cosas con la tecnología, pero en las manos adecuadas puede ser diferente, no contaminante. Vos tenés un martillo, podes construir tu rancho o romperle la cabeza a tu vecino, el martillo no tiene la culpa, es solo una herramienta.”

 

 

 




Autor: Mariano Ferrentino
Visitas: 8142

Noticias Destacadas

TOTEM Y TABÚ PRESENTA: V / BOTENME

SE AMPLÍAN LOS OPERATIVOS DE FUMIGACIÓN EN EL DISTRITO DE SAN VICENTE

SEBA DUBAR CON AMIGOS

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

IMPORTANTE: Los artículos y comentarios publicados son de exclusiva responsabilidad de sus autores y las consecuencias derivadas de ellos pueden ser pasibles de las sanciones legales que correspondan.

Diseño Web y Hosting WDLHOSTING Todos los derechos Reservados ecoestadistica.com