Paul Gascoigne fue un jugador extraordinario que dejó su huella en el fútbol inglés y escoces, además de hacerlo en su paso por la Lazio. Pero al final de su carrera “Gazza” tuvo que enfrentarse al rival más difícil, el que siempre lo marcó de cerca y al que nunca pudo gambetear y sacarse de encima. El alcohol. Pero antes de su retiro, entre las tantas cosas que hizo adentro de una cancha de fútbol, hubo una que fue tan original como graciosa.
Fue la tarde que su equipo, el Glasgow Rangers, recibió la visita del Hibernian por el campeonato escoces. Ese día en el Ibrox Stadium, el Rangers de camiseta azul y pantalón blanco, aplastó al conjunto Albiverde. Fue un lapidario 7 a 0 producto de los cuatro tantos convertidos por Durie, además de los que anotaron Miller, Salenko y el propio Gascoigne. Sin embargo, lo que más se recuerda de aquel frio 30 de diciembre de 1995, no es la categórica victoria del conjunto dirigido por Walter Smith sobre el de Alex Miller, sino la insólita situación que protagonizó el gran Paul con el árbitro del encuentro. El excelentísimo míster Dougie Smith, que para estar acorde a su personalidad se vistió todo de negro.
En el primer tiempo, cuando el encuentro iba 2 a 0, Gascoigne recibió un pase de un compañero y quedó solo frente al arquero. Lo quiso gambetear, pero la pelota se le fue larga y cuando se estaba por acomodar, un rival lo sacó de la cancha y el referí terminó cobrando saque de arco. El tema fue que en un determinado momento, Paul había encontrado la tarjeta amarilla que se le había caído al juez. De regreso hacia la mitad de cancha cuando llegó hasta donde estaba Smith, Gazza, extendió su brazo derecho, “Amonestó” al juez y le entregó la tarjeta. Pero cuando se estaba yendo, el referí lo llamó. Se ve que no tenía mucho sentido del humor porque ni bien el volante con la camiseta número 8 le devolvió la tarjeta, puso su mejor cara de pocos amigos y se la mostró a él con lo cual demostró ser un viejo vinagre: No supo interpretar el espíritu del juego, porque el fútbol es antes que nada un juego y como tal diversión.
Distinto hubiera sido el caso si Gascoigne le hubiera faltado el respeto o hubiera incurrido en alguna falta porque claro está, el juez debe hacerse respetar y cumplir las leyes. Pero la actitud del jugador del Rangers fue una broma inocente, que debió ser interpretada como tal.
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