Hay acontecimientos del deporte que, más allá del resultado, se ganaron con creces un lugar en los anaqueles de la historia. Ya sea por el contexto, por la jerarquía de los rivales, por el desarrollo del evento o por las tres cosas juntas.
La fría noche del lunes 7 de diciembre de 1970 el mítico Madison Square Garden de Nueva York, y aunque no estuviera en juego ningún título, fue testigo de una de las veladas más recordadas del boxeo.
Sin embargo la pelea entre los púgiles de peso pesado había comenzado tiempo antes de que subieran al ring porque ambos, cada uno con su estilo, eran fanfarrones, bravucones y arrogantes y durante la conferencia de prensa se miraron a escasos centímetros provocándose, midiéndose.
Oscar Natalio Bonavena había llamado “Gallina” a Muhammad Ali, mientras que el nacido en Louisville no se quedó atrás y lo tildó de “Vaca de pies cansados”. Fueron tantas las palabras calientes que reinaron en las horas previas que poco faltó para que la situación pasara a mayores. Era, por supuesto, parte del show que ambos manejaban a la perfección.
Muhammad Ali había retornado al boxeo en octubre de ese año ante Jerry Quarry, luego de la suspensión de tres años y medios que le impusieron por negarse a formar parte del ejército en la guerra de Vietnam, además, claro está, de haberlo despojado de sus títulos. Pero el que para muchos fue el más grande de todos los tiempos, estaba dispuesto a recuperar la gloria perdida. Ringo por su parte debía jugarse a todo o nada. Tenía 28 años y no sabía que le quedaba poco más de un lustro de vida.
El combate fue vibrante y generó tantas expectativas que la pantalla en blanco y negro de Canal 13 generó cerca de 80 puntos de rating. Algo inaudito en el país que por entonces se encontraba bajo el mando del militar Roberto Marcelo Levingston.
Muhammad Ali, quien dejó atrás su nombre real de Cassius Marcellus Clay Jr, tras convertirse al islam, subió al cuadrilátero bajo la atenta mirada de su entrenador, el hacedor de campeones, Ángelo Dundee.
El ex campeón olímpico no pudo lucirse como lo hubiera deseado debido a los embates del argentino que lo tuvo a mal traer. Tal es así que durante el noveno asalto, los corazones se estremecieron cuando Ringo conectó un zurdazo al cuerpo de Muhammad Ali que lo hizo derrumbarse, sin embargo se levantó tan rápido que el árbitro Mark Conn entendió que estadounidense se resbaló.
El décimo quinto y último round fue emblemático, cargado de tensión y adrenalina. El fanático de Huracán mostrando toda su guapeza y Ali tratando de una vez por todas de ponerle punto final a la contienda. Bonavena era consiente que necesitaba el nocaut para quedarse con la victoria, pero la experiencia del ex campeón mundial de los pesados pudo más, manejó mejor esos minutos sagrados y cuando vio la oportunidad lanzó una izquierda tremenda que hizo caer al de Parque Patricios que no se aminoró y volvió a incorporarse. Pero Ali lo volvió a tirar. Tras esa segunda caída lo que correspondía reglamentariamente era que Ali se quedara en su rincón, sin embargo cuando el juez poniéndole una mano en el pecho, como separándolo, le indicó que se alejara éste con furia le sacó el brazo y fue en busca de Ringo que estaba tambaleándose, situación que le bastó a Ali para enviarlo de nuevo a la lona y quedarse con la victoria por nocaut técnico. Fue una demostración de guapeza por parte de Bonavena que estuvo a un paso de la gloria y a pesar del resultado Ringo logró lo que pocos pudieron. Ganarse el respeto y la admiración. Ali, con el tiempo, volvería a ser el que fue. El rey de los pesos pesados.
Pasaron casi cinco décadas y aunque ninguno de los dos esté físicamente, aquella noche épica estará por siempre en el recuerdo de todos.
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