José Luis Chilavert fue uno de los mejores arqueros del fútbol sudamericano. Polémico, temperamental y brillante bajo los tres palos, el paraguayo no sólo quedó en la historia por sus atajadas y títulos ganados, sino también por la enorme cantidad de goles que ha convertido a lo largo de su carrera. 62 para ser precisos. “Chila”, tenía una pegada formidable y por eso sus remates, de penal o tiro libre, terminaban casi siempre con la pelota besando la red.
Son muchos los tantos que ha convertido y han quedado en la memoria de los futboleros, pero quizás el gol más grandioso que hizo fue el de la noche del viernes 22 de marzo, cuando su equipo Vélez Sarsfield, conducido por Carlos Bianchi, recibió en su estadio “José Amalfitani” la visita de River Plate, el conjunto de Ramón Díaz, por la tercera fecha del Clausura 96.
En el primer tiempo de un partido vibrante y cerca de la media hora de juego Juan Gómez, de un tremendo cabezazo cruzado que dejó sin respuesta a “Chila”, abrió el marcador para los de la banda roja. Pero ni bien comenzó el segundo tiempo “El Rifle” Pandolfi marcó el empate. Si a esa altura el partido ya era emotivo, a los 22 minutos llegó lo más espectacular de la noche.
Cerca del círculo central, a Enzo Francescoli el balón se le fue largo y cuando quiso llegar para recuperarlo, tirándose con los pies para adelante, le cometió una dura falta a “El Pacha” Cardozo que llegó antes que él. El árbitro Carlos Mastrángelo sancionó la falta a favor de Vélez. Christian Bassedas, en su propio campo, acomodó la pelota sobre el césped para ejecutar el tiro libre, pero Chilavert, no le dio tiempo a nada ni a él ni a sus compañeros. El paraguayo, habiendo visto que el arquero de River, Germán Burgos, estaba adelantado llegó a la carrera desde el arco con su metro noventa y su buzo negro con el Bulldog estampado en el pecho. Le pegó tan fuerte a la pelota, que cuando Burgos intentó retroceder ya era tarde.
El esférico terminó descansando contra la red mientras los jugadores velezanos se tiraban encima de Chilavert desbordados de felicidad y todo el estadio era testigo de un gol de antología. Para seguir agrandando su leyenda, José Luis Chilavert marcaba un golazo desde 60 metros después de una avivada y dejando en ridículo al guardavalla riverplatense.
Un rato después Hernán Crespo, a la altura del punto de penal, le pegó como venía y la clavó en el ángulo igualando el marcador. Pero en tiempo adicional al reglamentario Marcelo Herrera, con otro cabezazo cruzado, le dio la victoria al conjunto de azul con la V en blanco.
Aquella noche más que por el agónico triunfo de Vélez sobre Los Millonarios, se la recuerda por la gran actuación de Chilavert, un jugador que por su personalidad, generó amores y odios, pero que nadie puede negar que además de ser un ganador, tenía una pegada formidable. Si no que le pregunten a Burgos, que meses después por las eliminatorias para el mundial de Francia 98, tuvo que ir a buscar otra vez, la pelota adentro del arco. |