Nadie como él supo combinar la cadencia rítmica del tango con una estructura armónica, en apariencia sencilla, pero llena de matices y sutilezas.
No estuvo enrolado en ninguna de las dos vertientes de su época. No fue una orquesta tradicional, al estilo Roberto Firpo o Francisco Canaro. Tampoco un seguidor de la renovación decareana.
Di Sarli impuso un sello propio, un perfil musical diferente que se mantiene inalterable en toda su prolongada trayectoria.
En los comienzos, su sexteto nos revela la influencia de Osvaldo Fresedo. Y es cierto, opino que no hubiera habido un Di Sarli si no hubiese existido un Fresedo. Pero, sólo como antecedente necesario de un estilo que, con el tiempo, se convertiría en un modelo puro, de naturaleza propia y diferenciada.
Fue un pianista talentoso, quizás uno de los más importantes, que dirigió su orquesta desde el instrumento, con el que dominaba la sincronía y la ejecución del conjunto.
En su esquema orquestal no existían los solos de instrumentos, la fila de bandoneones cantaba por momentos la melodía, pero tenía un papel esencialmente rítmico y milonguero. Únicamente el violín se destacaba de un modo extremadamente delicado, en algún solo breve o en un contracanto.
El piano mandaba de una forma sugerente, con un bordoneo que se hizo marca registrada del maestro, encadenando los compases de la obra y acentuando un ritmo delicado y elegante, especial para la danza.
“Milonguero viejo (Fresedo)”, el tango que dedicara a Fresedo, su referente y admirado amigo, es curiosamente el lapsus paradójico que retrata su propio modelo musical.
Siendo un niño comenzó a estudiar el piano, orientado a la música clásica. Pero a la edad de 13 años y, para disgusto de su profesor y su padre, emprendió una gira con una compañía de zarzuelas que recorrió varias provincias argentinas, tocando música popular y tangos.
Poco tiempo después debutó como solista en un biógrafo (cine) y en una confitería de la ciudad de Santa Rosa, provincia de La Pampa, ambos de propiedad de un amigo de la familia, Mario Manara un italiano como su padre.
En 1919 arma su primer orquesta para tocar en una confitería de su ciudad natal, Bahía Blanca, principio de su dilatada carrera artística.
En 1923 llega con su hermano Roque Di Sarli a la ciudad de Buenos Aires, allí se vincula con el músico Alberico Spatola, director de la banda de la policía de Buenos Aires y pariente de los Di Sarli, quien lo contacta con el bandoneonista Anselmo Aieta para integrar su conjunto.
Luego pasa a las filas de una formación muy popular que comandaba el violinista Juan Pedro Castillo, El Rey del Pizzicato.
Integró también el trío de Alejandro Scarpino, el consagrado autor del tango “Canaro en París”, y acompañó en las grabaciones para el sello Electra a la actriz y cantante Olinda Bozán, prima de Sofía Bozán.
Después debuta con un sexteto en el Cabaret Chantecler, pero duró poco tiempo a raíz de una pelea con el propietario. Eran épocas duras, había mucha competencia y era muy difícil conseguir trabajo.
A través del violinista José Pécora se vincula con Osvaldo Fresedo y actúa en su orquesta inaugurando el Teatro Fénix del barrio de Flores.
A fines de 1927 forma su primer sexteto con José Pécora y David Abramsky, en los violines; César Ginzo y Tito Landó, en bandoneones y el contrabajo de Adolfo Kraus. Actuó en diferentes confiterías y al año siguiente firma su primer contrato con RCA-Victor, donde inicia su labor el 26 de noviembre de 1928.
En algunas de sus grabaciones contó con las voces de Santiago Devin, Ernesto Famá y Fernando Díaz, tres excelentes intérpretes a los cuales también acompañó en sus actuaciones radiales.
En esta etapa Di Sarli registró 48 temas, partiendo con los tangos “T.B.C.” y “La guitarrita”, para finalizar el 14 de agosto de 1931 con “Una noche de garufa” y “Maldita” con la voz de Ernesto Famá.
En 1932. se incorpora a la orquesta Antonio Rodríguez Lesende quien fuera su primer cantor estable.
Pocos años después y por motivos no fehacientemente conocidos, se aleja de su orquesta y parte rumbo a Rosario, provincia de Santa Fe donde participa de un pequeño conjunto con el bandoneonista Juan Cambareri. Mientras tanto el sexteto continuó actuando sin Di Sarli pero manteniendo su nombre. Luego a raíz de las actuaciones en la Confitería Novelty pasaría a llamarse Orquesta Novel. En 1935 es solicitado por sus ex compañeros para integrarse a esta formación, pero solamente para reemplazar al pianista Ricardo Canataro que estaba enfermo.
Recién a fines de 1938 comienza a organizar nuevamente su orquesta que debutará en Radio El Mundo en enero de 1939, conformada de la siguiente manera: piano y dirección Carlos Di Sarli; los violines de Roberto Guisado, Ángel Goicoechea y Adolfo Pérez; en bandoneones Roberto Gyanitelli, Domingo Sánchez y Roberto Mititieri; y Domingo Capurro en el contrabajo; el cantor era Ignacio Murillo, luego reemplazado por Roberto Rufino.
E1 11 de diciembre de 1939, vuelve a los estudios de grabación en el sello Victor, con los tangos “Corazón” , cantado por Roberto Rufino y “El retirao”.
Es su etapa de gloria, el rubro Di Sarli-Rufino constituye una página de oro de nuestro tango. Su registro de “Tristeza marina” es formidable. Luego se incorporarán sucesivamente los cantores Carlos Acuña, por muy breve tiempo, Alberto Podestá, Jorge Durán y Oscar Serpa.
El éxito de Di Sarli es apoteósico y genera una adhesión popular que no lo abandonara hasta su muerte. Pese a ser un músico fogueado en la década anterior, los años cuarenta lo encuentran en la plenitud de su arte como director y compositor.
A partir de 1949 Di Sarli se retira nuevamente por razones comerciales, para volver recién en 1951.
Graba para el sello Music Hall desde noviembre de 1951 hasta abril de 1953 dejando registrados 84 temas y contando con las voces de Oscar Serpa y Mario Pomar.
En junio de 1954 retorna al sello Victor, hasta 1958 siendo sus vocalistas Mario Pomar, Oscar Serpa, Argentino Ledesma, Rodolfo Galé, Roberto Florio y el regreso de Jorge Durán.
Sus últimos registros discográficos, 14 en total, fueron para el sello Philips en el año 1958 y sus cantores fueron Horacio Casares y Jorge Durán.
El primer tango que compuso fue “Meditación”, allá por 1919, pero nunca lo grabó. Del resto de su obra se destacan sin duda, “Milonguero viejo (Fresedo)”, “Bahía Blanca”, “Nido gaucho”, “Verdemar” y “Otra vez carnaval”, verdaderas joyas del género.
El Señor del Tango fue absolutamente respetuoso de la melodía y el espíritu de los compositores de su repertorio, adornando de matices y sutiles detalles la instrumentación orquestal, apartándose de la falsa contradicción que existía entre el tango evocativo tradicional y la corriente vanguardista.
Carlos Di Sarli fue la pieza final del rompecabezas del tango del 40, que no hizo concesiones a las estridencias, ni a las extravagancias rítmicas y que, sin embargo representó con extrema delicadeza, el paradigma interpretativo del tango milonguero.
IMPORTANTE: Los artículos y comentarios publicados son de exclusiva responsabilidad de sus autores y las consecuencias derivadas de ellos pueden ser pasibles de las sanciones legales que correspondan.
Diseño Web y Hosting WDLHOSTING Todos los derechos Reservados