A todo hincha que se encuentra en la cancha mirando el partido de su equipo, en algún momento le pica el bichito de la curiosidad por saber cómo van los partidos que se están jugando en otros estadios. Hoy con el desarrollo de la tecnología los espectadores pueden ver los resultados y las noticias en la pantalla de su teléfono celular o recurrir a la vieja usanza de escuchar la radio y seguir de cerca la fecha que se está disputando. Pero mucho antes de que se inventaran las portátiles y los celulares, Lorenzo Traversa ideó un método que permitía conocer los resultados de otros cotejos mediante un sistema al que bautizó con el nombre de un equipo emblemático del amateurismo: Alumni.
El original invento salió por primera vez en 1932, la tarde del 29 de mayo, en los albores del profesionalismo. En cada uno de los estadios se encontraba alzando sobre una de las tribunas, y recortándose en el cielo, una estructura con un tablero al cual se le colocaban chapas pintadas con números y letras. Fuera de los estadios, antes del inicio del encuentro, se vendía una revista que en su interior tenía una grilla con una letra asignada a cada equipo que participaba del campeonato. Esas letras eran colocadas en el tablero y designaban a los equipos que se enfrentaban entre sí.
Así mismo, al lado de éstas, se colocaban otras chapas con números que indicaban los goles. En el transcurso de la jornada una persona se encargaba de cambiar las placas del armazón cuando desde la redacción central, lo llamaban por teléfono y le pasaban los datos. Ahí los presentes dejaban de observar por un momento el partido y hojeaban la revista para poder enterarse prácticamente al instante de los resultados en otras canchas.
De esa manera una denominación H 1 M 0, significaba que Argentinos Juniors, que tenía la “H” le estaba ganando en su cancha por 1 a 0 a Lanús, que poseía la “M”. Las claves se cambiaban todos los domingos para evitar que se usaran ediciones anteriores. Con el tiempo se fueron sumando claves para saber cuando un jugador era sustituido, amonestado, expulsado o conocer a los autores de los goles y además la publicación traía estadística y notas a los protagonistas.
Cuenta la leyenda que en 1932, Independiente llegó a la última fecha como puntero del certamen aventajando a River por un punto de diferencia. Los de Avellaneda iban perdiendo frente a Racing, pero sus jugadores no se desesperaron ya que según el tablero, River perdía frente a San Lorenzo. Nadie tuvo en cuenta que el tablerista de la cancha de Independiente era hincha de River y no colocó las chapas correspondientes; pues la verdad que era que “Los Millonarios” no habían perdido sino empatado ante “Los Cuervos”. Finalizado el cotejo los hinchas del Rojo empezaron a festejar, pero la alegría se les desvaneció cuando fueron colocadas las chapas que decretaban el verdadero resultado. Igualado el primer puesto se disputó un encuentro desempate y River ganando 3 a 0 se consagró campeón para la felicidad de sus hinchas y del tablerista mentiroso.
Así como el correo electrónico fue remplazando a las cartas escritas y los DVD hicieron lo propio con los cassette VHS, cuando a fines de los años 50 la radio portátil Spika llegó a la Argentina, poco a poco la gente fue dejando de lado a la tradicional revista, lo que la llevó a perder protagonismo.
Cuando estaba transitando los últimos tramos de su existencia y ya casi nadie le prestaba atención de pronto todos quisieron tenerla. Corría 1964 y el 3 de mayo los relatores de radio estaban de huelga, justo el día que San Lorenzo y Boca se llevaban todas las miradas. Así que a los hinchas no les quedó otra que recurrir a la ya casi olvidada Alumni que finalmente a fines de 1968 desaparecería dejando un dejo de nostalgia en los estadios donde resonaban los gritos de los canillitas “Alumni con la clave, Alumni con la clave”.
El semanario fue un clásico que dejó su huella en el fútbol argentino y por más de tres décadas, fue sin dudas, la revista de todos los futboleros.
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