Con una profunda tradición centenaria, desde el año 1975, la ONU estableció el 8 de marzo como el día internacional de la mujer. Todos sabemos la causa de este homenaje que rindió la sociedad al sacrificio de aquellas 120 mujeres que perdieron su vida al marchar junto a otros centenares de ellas, a mediados del siglo XIX a causa de un reclamo por el respeto a la igualdad de derechos por su trabajo en una fábrica.
El principal objetivo de esta fecha es conmemorar aquella reivindicación de igualdad de la mujer en el ejercicio de sus derechos. Es un reclamo tan noble y justo, que nadie con conciencia cívica puede repudiar. En el mundo entero hay marchas, algunas espontáneas otras organizadas, donde agrupaciones y personas independientes participan y de algún modo se integran a este reclamo de igualdad. Nuestro país, claro está no estuvo ajeno a esta participación, que se ha esparcido por las principales ciudades. Hasta allí es aplaudible esta expresión de la sociedad civilizada, la que busca cuidar el respeto a la dignidad de la mujer y el pleno ejercicio de sus derechos, sin menoscabos. Pero como siempre, algunos grupos radicalizados, intolerantes con un sistema democrático, recurren a la violencia, la ofensa, el daño a bienes y personas para intentar imponer por medio de canales impropios sus ideologías. Así fue, en concreto, como además de expresarse de un modo lamentable con el gobierno actual, (ya que la democracia contempla el voto en sus cronogramas electivos para expresarse sobre qué gobierno elige la mayoría de la ciudadanía), también agredieron y ofendieron al culto católico. Lo hicieron de diversas formas y en distintos lugares. Particularmente frente a la Catedral metropolitana, donde además de pintadas, arrojo de objetos e inmundicias, intentaron provocar incendios. En la Ciudad de Tucumán, también sucedieron lamentables acciones de grupos y personas, que se valieron de una “parodia de la Virgen María” simulando su aborto frente a la Catedral. ¿Es acaso esta la forma de dignificar los derechos de la mujer en su día? La respuesta es obvia. Lamentablemente no es uniforme, porque el agravio y la ofensa al arraigado culto católico en nuestra esencia como Nación, tristemente, se ha hecho presente. Han agredido no sólo una fe, sino la dignidad misma de la mujer que decían respetar. Reclamar como el derecho de la mujer la libertad de matar una vida gestada en su vientre; un niño por nacer, ser autónomo e independiente de su cuerpo, es la violación más miserable al derecho a la vida de quién no puede defenderse. Su intolerancia a la conciencia social que no ha legalizado el aborto, hace que deban recurrir al vandalismo y a estas penosas expresiones para imponer sus ideas, lo que merece el repudio. Dignidad a la mujer y a celebrar sus derechos, pero no de este modo. NUNCA MÀS.
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