12-10-2016
 

Por la vida para recuperar lo perdido- 1ra. Parte



 



Algo no coincide. Temis está preocupada. Ella sabe que su trabajo está bien hecho ya que desde la antigüedad aplica el mismo método. Sin embargo se pregunta si sus servidores argentinos sabrán interpretarla. Su método, repasemos, es siempre el mismo: considera objetivamente los argumentos de las partes enfrentadas. Luego, analiza para resolver con imparcialidad los casos para, finalmente imponer, al bajar su espada, las decisiones que adopta. Sin embargo, sabe que sus decisiones no se llevan a cabo en alguna parte del mundo. ¿Cómo lo sabe?

La jornada laboral llega a su fin el martes 11 de octubre en la Argentina. En algunos rincones del país sudamericano como en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Mar del Plata, Bahía Blanca, Rosario y Mendoza, miles de personas se reúnen. Ellas sostienen pancartas y banderas con algunos pedidos: “Más justicia, menos corrupción”, “Justicia por Lety. Ley vial, YA”, “Justicia por Miguel y Ayelén”, “Cierre a la Clínica del niño de Quilmes”, “La Justicia corrupta nos mata, nos roba y nos deja sin futuro!!! Control a los jueces y cárcel a los corruptos”. En ese momento, Themis entiende que algo no funciona: sus decisiones no han sido acatadas sus servidores. Para interiorizarse aún más recorre la plaza del Congreso de la Nación. En ella observa los móviles de canales de televisión, fotógrafos y cronistas que entrevistan a los presentes. Uno de los comentarios que la impactan es el de la madre de Valentina, una beba de 38 días que falleció hace tres años a causa de una tos convulsa en la Clínica del Niño y la Familia en Quilmes debido a “la mala atención”. Con el dolor que significa recordar la pérdida de un ser querido relató que según los médicos “no tenía nada y que debía volver a su casa”. Sin embargo, ella insistió, la dejaron pasar la noche allí junto a su beba y al cambio del turno de la guardia, el médico que la vio la revisó y la llevó al sector de neonatología y recién ahí, al ver los análisis, entendió que era algo más grave: le hicieron una traqueotomía y la entubaron. Pero ya era tarde: su hija perdería la vida. Cuatro días después de la muerte se presentó ante Henry Herrera, uno de los Directores de la Clínica y este le dijo: “vos hacé lo que tenés que hacer” a lo que ella respondió: “haga lo que haga nadie me devuelve a mi hija”. Luego confesó que el Director le “prometió una junta médica con todos los médicos enfrente mío y de mi marido pero hasta el día de hoy sigo esperando esa junta médica”. Además, contó que “existen cerca de treinta casos similares y que muchas madres no se animan a denunciarlos”. A pesar de los tres años que transcurrieron y que “muchos concejales los escucharon” no tuvo respuestas de las viejas autoridades ni de las nuevas. Asimismo, recordó que hizo junto a las otras madres “tres marchas y ningún medio (no quiso dar los nombres) de los que la cubrió pasó las notas. A nosotros nos dijeron que gracias a Aníbal Fernández no le pasan las notas. Además uno de sus hijos trabaja allí (es residente)”. Por todo este relato pide que “la Sra. Gobernadora, María Eugenia Vidal, intervenga la Clínica, se inspeccione la tasa de mortalidad, se inspeccione la bioseguridad y la inspección de los causales de muerte”. Al finalizar, Themis sintió que su brazo izquierdo perdía fuerza por lo que la balanza que sostenía se estrelló en el piso.

La diosa griega de la Justicia agacha su cabeza y sigue caminando. De fondo suenan “las voces” de las víctimas contando desde los parlantes los hechos por los que perdieron sus vidas en medio del pedido de “Justicia” de los presentes. Cerca de ese sector, un hecho cercano en el tiempo pincha la memoria de Themis: las voces pertenecen a Lautaro y a Cristian, dos de los seis sobrevivientes de la picada mortal ocurrida en Haedo en abril de 2015. Los jóvenes esperan que “algo cambie, que manejar con un mínimo de alcohol sea para cárcel por más que siga siendo una contravención. Diego Cuevas corría picada, estaba borracho y drogado manejando un VW Bora que nunca encontraron, está preso en la casa”. Las familias de las víctimas “esperan a que la causa vaya a juicio oral y público. Hace dos días esta persona volvió a manejar borracho y chocó el móvil de un canal. Estas cosas pasan solo en la Argentina”, relatan con bronca.

“Esperamos que algo cambie y si es ahora que Cuevas se pudra en la cárcel porque él no se imagina el daño que nos hizo”. Los sobrevivientes presentes coincidieron en que “lo condenen a prisión perpetua, sufra todo lo que ellos sufrieron y después se muera”. Él nos arruinó la vida”. “Todo lo hacemos a pulmón” confesó uno de sus familiares, quien, además, recordó que “solo en ese momento se acercó el intendente de Morón, Lucas Ghi”. Cientos de personas sobrevivientes y víctimas de casos todavía impunes llenan ocupan la Plaza, algunos con pancartas. En esos instantes, la Diosa notó sus ojos descubiertos al caerse la venda.

La hija de Urano y Gea no podía creer lo que escuchaba y se preguntaba una y otra vez qué había hecho mal. Otro relato de familiares de víctimas ante un cronista la terminó de desnudar: Margarita y Laura Romero contaron cómo su hermano Miguel de 18 años murió atropellado junto a su novia Ayelén, de 15 años, cuando regresaban de bailar. “El asesino, Joaquín Valenzuela, los atropelló en la ruta 36 haciendo zigzag, los arrastró y los dejó tirados a los dos. Un policía que conocía a mi hermano lo paró pero no nos avisaron nada”, recuerdan. Ellas se enteraron porque su padre vio el cuerpo de la novia de su hijo cuando volvía de trabajar. “Fuimos a juicio y nos pusieron en el mismo lugar en el que tuvimos que esperar, fue muy cruel porque él y su abogada se nos reían en la cara”, relató Laura con una mezcla de bronca y de tristeza. A Valenzuela le dieron tres años de prisión pero apeló y el fallo fue a la Corte Suprema. Las esperanzas de los familiares son pocas “porque lo esperamos desde hace un año”. “A Joaquín le llevamos volantes y nos mandaron cuatro patrulleros con itacas, ametralladoras, les apuntaron a los chicos y ahí tuvimos que dejar todo, no hicimos más marchas ni cortamos más la ruta por miedo. Creemos que tenía relación con el intendente porque lo decía él”, recordó Margarita. Por último, en medio del dolor revivieron ese día triste: “No llegamos a hacer los papeles para velar a nuestro hermano que (Joaquín) ya estaba libre, lo sacó la policía por la relación con sus familiares. No le hicieron el test de alcoholemia porque él se negó. Sin embargo, a mi hermano lo abrieron todo para saber qué comió. Nosotros no tenemos derechos, sí lo tienen los asesinos. A mí me gustaría que el que toma alcohol no maneje. Hay que seguir esperando mientras tanto mi mamá se enfermó y mi papá tuvo un ACV”. Al escuchar esto último, la espada de la Diosa se desprendió de su mano derecha. Finalmente, su cuerpo se aflojó hasta desvanecerse.


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Autor: Matias Caruso
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