El martes amanecía pletórico de mieses para el equipo de Central Córdoba de Rosario, jugaba el último partido de la fecha y conocía todos los resultados que además se dieron a favor de las aspiraciones charrúas. Con un triunfo se encaramaba bien alto en la tabla del reducido y quedaba a tan sólo 6 puntos del puntero.
Enfrentaba a uno de los colistas, un equipo que en 12 partidos sólo había ganado uno, con un DT con la valija hecha para saludar después del partido y abandonar la institución del oeste bonaerense, con varios jugadores que el técnico llevo a la institución y que parecía que lo acompañarían en su ida. Por si fuera poco se encontró con un campo de juego impecable, creo que el mejor de la categoría, mis felicitaciones a los directivos de Ituzaingo por el estado del césped y del estadio en general.
En síntesis, parecía que todos los planetas se habían alineado para el éxito rosarino. Pero al comenzar el partido Central Córdoba se encontró cara a cara con el rival más difícil desde el principio del torneo, es decir con Central Córdoba. Desde el inicio resultó evidente que los jugadores parecían desconectados, laxos, relajados, cómo si ya hubiesen ganado antes de subirse al micro en Rosario. No demostraban la injuria de ir a buscar bien arriba, de ahogar al rival, de pelear cada pelota como la última, algo que había sido característica de este equipo y una de las columnas del repunte luego del fatídico resultado contra Alem.
Parecía que si se perdía una pelota, bueno, habrá otra, si el ataque se diluía, bueno habrá otros, era como si el partido se fuese a ganar tan inevitable como la fruta madura cayendo del árbol. Pero, el verde del oeste pensaba de otra manera. ¿Pará qué volver a señalar que una vez más entramos a la cancha con un solo delantero? ¿Para qué? ¿verdad? ¿Para qué? ¿Para qué volver a señalar que cada centro a nuestra área, más de pelota parada, es tan peligroso como un penal? ¿Para qué? ¿verdad?¿Para qué? ¿Para qué volver a decir que esto se venía venir? ¿Para qué? ¿verdad? ¿Para qué?
Quiero detenerme en el especial caso de Ledesma. He manifestado en más de una oportunidad que, en mi modesto entender, fue el mejor marcador central derecho del torneo pasado y que esperaba que repitiese esa perfomance este año, pero ¿qué le pasa?, no es mi deseo cargar las tintas sobre él, que debe querer hacer lo mejor y que tal vez tenga algún problema extra-futbolístico que no le permite centrase en el juego. ¿Por qué se muestra tan irascible este año?, ya en el partido contra Estudiantes de la Plata quien relataba dijo “Ledesma, que hizo un buen partido, está haciendo lo imposible para que lo echen”, luego vino la amenaza con gestos ampulosos a un árbitro que le costó tantas fechas de suspensión, contra Ituzaingo encaró a la jueza de línea de manera desproporcionada, una muchacha que estaba más para pedirle el número de celular que agredirla. Pero además se muestra muy irritable con sus compañeros, cuando debería analizar su propia actuación, porque nos hicieron dos goles de pelota parada con total libertad en el corazón del área y él es el número 2 del equipo. Creo que debe ser aconsejado por el cuerpo técnico, llamarlo a que se calme, tal vez todavía necesite unos días de entrenar sin tener que soportar el stress de jugar, no lo sé, pero así lo único que va a lograr es una sanción muchísima más severa por el antecedente inmediato que tiene. En síntesis, a los 15 los planetas se desalinearon, el equipo no apareció nunca y terminando el primer tiempo nos abrochan de nuevo y al vestuario.
En el segundo tiempo, la nada misma, un poquitín de esperanza luego del penal convertido por Cereseto y chocar, chocar y chocar, si hacemos un balance final, la sacamos barata gracias a una nueva actuación descollante de Ojeda. La defensa fue un despropósito, tal vez sea hora de probar otras variantes, me gustaría ver a Sgotti de marcador de punta por derecha y a Serna por izquierda y como dupla central a Perez-Esquivel (capaz que hasta ganamos un Nobel por la paz). En el medio ver la posibilidad de un enganche, se podría probar con un tiempo para el Mago y otro para el Chelito.
Porque Armoa es toda una incógnita, parece una eterna promesa que nunca se consolida. Adelante, pienso que si ponemos delanteros es posible que hagamos goles. En este punto tengo que dejar sentado que no tengo nada en contra del señor Pochettino, no lo conozco personalmente, no quiero que se vaya del club, ni estoy bogando porque venga otro técnico, sólo que no lo entiendo, no dudo que él debe saber más que yo, tal vez tanto más que queda fuera de mi entelequia, pero ¿Vamos a seguir jugando con un solo delantero y que además es wing? ¿Para qué tenemos 3 nros 9 si sólo juega Cereseto? Jugadorazo para la categoría, pero que por su edad está para unos 60 minutos, ¿van a seguir “guardados” Giovagnoli y Stupisky? ¿cómo vamos a ascender sin delanteros en la cancha?. Tampoco entiendo el mensaje que desde el banco envía al equipo.
Vamos perdiendo, hay que ir por la heroica, sale golpeado Stracia, ¿entra Stupisky para que haya dos delanteros arriba (ya había salido Tedesco)? ¿Entra Serna para hacer el carril izquierdo y tratar de habilitar con centros a Cereseto?, no, entra Bracco, un doble cinco que es muy útil cuando se trata de aquietar con la pelota, de distribuir, de colaborar con Funes, pero no era lo que el partido, la tabla y la historia charrúa demandaba en esos momentos.
El título de esta nota la extraje de la que escribí en virtud del partido contra Berazategui: “el agrio siempre piensa que es mejor curarse en salud que estrellarse de cabeza contra la pared” en dónde también expresé: ¿Qué va a pasar el día que no le tengamos que agradecer al arquero rival por 2 goles de 3? La nota del partido contra Villa San Carlos se titulaba “El qué no arriesga no gana” y en la del partido contra Excursionistas marcaba que nos habíamos ido al vestuario ganando uno a cero sin patear un solo tiro al arco y gracias a un golazo en contra de la gente del Bajo Belgrano.
Señalo estas cosas por dos razones, Primero para que no digan que critico cuando no ganamos o que antes no dije nada de lo que en la presente nota sostengo. Segundo y mucho más importante, para que no se diga que este resultado fue “una sorpresa” “inesperado” porque cuando un enfermo se agrava porque el médico no ve síntomas evidentes, es culpa del médico. Me despido, como siempre, disculpándome si mi crítica molesta a algún alma sensible.
Pablo Adrián -El Agrio-" |