El papa Francisco recibió esta mañana, en la Sala Clementina del Palacio Apostólico Vaticano, a los participantes en la Asamblea Plenaria de la Academia Pontificia para la Vida que celebra este año el 25 aniversario de su nacimiento.
La Asamblea de la Academia para la Vida inicia hoy y se extenderá hasta el miércoles 27 de febrero, tendrá lugar en el nuevo Salón del Sínodo en el Vaticano y su tema será: “Roboética. Personas, máquinas y salud".
El Santo Padre comenzó su discurso recordando que en ocasión de los 25 años de vida de la Academia envió, el mes pasado, una carta a su presidente, monseñor Vincenzo Paglia, titulada Humana communitas, motivada, subrayó el pontífice, “por el deseo de dar las gracias a todos los presidentes que se han sucedido en la guía de la Academia y a todos sus miembros por el servicio competente y el compromiso generoso de proteger y promover la vida humana en estos 25 años de actividad”.
Recordando la mencionada misiva, Francisco mencionó que estamos ante una “paradoja dramática: precisamente cuando la humanidad cuenta con la capacidad científica y técnica de lograr un bienestar equitativamente generalizado, según el mandato de Dios, observamos en cambio una exacerbación de los conflictos y un aumento de la desigualdad”.
El pontífice señaló a los miembros de la Academia Pontifica para la Vida que “el mito iluminista del progreso disminuye y la acumulación de potencialidades que la ciencia y la tecnología nos han brindado no siempre obtienen los resultados deseados”.
Al respecto dijo que mientras por un lado, el desarrollo tecnológico nos permitió resolver problemas que eran insuperables hasta hace unos años; por otro lado, surgieron dificultades y amenazas, a veces más insidiosas que las anteriores, destacó el Santo Padre.
El “ser capaz de hacer” corre el riesgo de ocultar a quien hace y el por quien se hace, advirtió. “El sistema tecnocrático basado en el criterio de eficiencia no responde a las preguntas más profundas que se plantea el hombre; y si, por una parte, no es posible prescindir de sus recursos, por la otra ese sistema impone su lógica a quien lo utiliza”.
La ciencia no es una fuerza ajena y hostil
“La técnica es característica del ser humano”, añadió el pontífice y agregó: “No debe entenderse como una fuerza ajena y hostil, sino como un producto de su ingenio mediante el cual satisface sus necesidades vitales y las de los demás. Es, por lo tanto, un modo específicamente humano de habitar el mundo”.
“Sin embargo, la evolución actual de la capacidad técnica produce un hechizo peligroso: en lugar de entregar a la vida humana las herramientas que mejoran su cuidado, existe el riesgo de dar vida a la lógica de los dispositivos que deciden su valor. Este vuelco está destinado a producir resultados nefastos: la máquina no se limita a conducirse sola, sino que termina conduciendo al hombre. La razón humana se reduce así a una racionalidad alienada de los efectos, que no puede considerarse digna del hombre”.
Los daños a la “casa común”
Sobre los efectos desafortunados el Papa subrayó “los graves daños causados al planeta, nuestra casa común, por el uso indiscriminado de medios técnicos”.
Por lo tanto Francisco destacó que “la bioética global es un frente importante en el cual comprometerse”.
En este punto el Papa consideró importante reiterar lo que ya había advertido en su Mensaje al Foro Económico Mundial en Davos en enero de 2108, que “la inteligencia artificial, la robótica y otras innovaciones tecnológicas deben emplearse de tal manera que contribuyan al servicio de la humanidad y a la protección de nuestra casa común, en lugar de lo contrario” y subrayó: “La dignidad inherente de cada ser humano debe colocarse firmemente en el centro de nuestra reflexión y de nuestra acción”.
La inteligencia artificial al servicio del hombre
A este respecto, Francisco señaló que la denominación de “inteligencia artificial”, aunque ciertamente de efecto, puede ser engañosa. Los términos ocultan el hecho de que, -a pesar del útil cumplimiento de las tareas serviles (es el significado original del término “robot”)-, los automatismos funcionales siguen estando cualitativamente distantes de las prerrogativas humanas del saber y del actuar. Y por lo tanto pueden llegar a ser socialmente peligrosos. Además, el riesgo de que el hombre sea ‘tecnologizado’, en lugar de la técnica humanizada, ya es real: a las llamadas “máquinas inteligentes” se atribuyen apresuradamente las capacidades que son propiamente humanas.
Por lo tanto Francisco animó a los miembros de la Academia a “entender mejor qué significan, en este contexto, la inteligencia, la conciencia, la emocionalidad, la intencionalidad afectiva y la autonomía de la acción moral”.
“Los dispositivos artificiales que simulan las capacidades humanas, en realidad, carecen de calidad humana. Hay que tenerlo en cuenta para orientar su regulación de uso y la investigación misma, hacia una interacción constructiva y equitativa entre los seres humanos y las últimas versiones de las máquinas”.
Las cuestiones éticas
“Las máquinas, dijo más adelante el Papa, se propagan en nuestro mundo y transforman radicalmente el escenario de nuestra existencia. Si consigamos tener en cuenta estas referencias, también en los hechos, el extraordinario potencial de los nuevos descubrimientos puede irradiar sus beneficios a cada persona y a toda la humanidad”.
“Nuestro compromiso, -también intelectual y especializado- será un punto de honor para nuestra participación en la alianza ética a favor de la vida humana”.
“Es una tarea difícil, concluyó Francisco, dado el rápido ritmo de la innovación”, y los alentó a tener como aliento y sostén, “el ejemplo de los maestros de la inteligencia creyente, que entraron con sabiduría y audacia en los procesos de su contemporaneidad, en vista de una comprensión del patrimonio de la fe a la altura de una razón digna del hombre”.
“Les deseo que continúen el estudio y la investigación, para que la tarea de promoción y defensa de la vida sea siempre más eficaz y fecunda”, concluyó el papa Francisco. |