El último refugio
Cuando la luna se asomó sobre el río helado, las sombras fueron apagándose lentamente, las montañas lucían oscuras y brumosas en la distancia, cómo guardianes de la noche.
La cabaña de troncos y piedras que se levantaba sobre un peñasco, parecía desafiar las inclemencias del tiempo.
El matuco viejo y gruñón hacía equilibrio sobre su caballo zaino, apenas despuntaron los primeros rayos de sol detrás de la cordillera, se dijo por centésima vez que moriría en ese lugar, qué importaba dónde ni cuándo, ni siquiera recordaba su nombre.
Los años lo fueron llevando por los caminos y eligió ser arriero y trabajar en el campo que se perdían entre las montañas, los valles eran tan fértiles que los animales gozaban de la bonanza de la estación sin nevadas.
Ese año había nevado mucho en las cumbres por eso los ríos traían abundancia de agua y peces.
Una vez hacía mucho tiempo una mujer lo había cautivado pero su mal humor y continuas borracheras los habían separado. ¿Qué sería de ella, continuaba con vida? a lo largo de los años nunca había sentido nada igual, sintió un apretujón en el pecho y dolor en su corazón.
Varios meses después una joven de largos cabellos negros como la noche más oscura llegaba a la comarca, tan solo preguntó por Oscar Tolosa, pero nadie lo conocía.
La comisaría era el lugar ideal para buscar a personas, Es de origen Vichi y solía trabajar de arriero.
¡El mataco! exclamó el comisario...
Carlos Ruiz el policía decidió ir a buscarlo
Llevaba varios días arriando los animales cruzando las cuestas para bajar al valle, Carlos lo alcanzó cuando bajaba la última de las cuestas.
_¡Hola viejo! pronto tendrás que dejar este trabajo para otro más joven, le contestó con un gruñido...
_Te vengo a buscar para que te llegues hasta el pueblo!
_Pa´ qué amigo!
_Tienen algo para enseñarte...
Sin contestar, llegaron hasta el valle y dejaron los animales en las aguadas.
El viejo lo siguió rezongando.
Allí frente a la comisaría lo esperaba la joven de cabellos negros al viejo se le estrujó el corazón.
_Padre! ¡he venido a buscarte! el hombre fuerte como un árbol se quebró y rompió en llanto.
Tiempo después regresó a buscar sus pertenencias cobrar su trabajo y despedirse de algunos escasos amigos, limpio y con el pelo cortado, con una sonrisa que dejó estupefactos a los que lo habían conocido.
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