Por Miguel Carrillo Bascary
En el incesante recorrer de los viejos diarios que atesora la Hemeroteca de la Biblioteca Argentina, de Rosario, suelo revivir experiencias que despiertan recónditas emociones. Esas imágenes amarillentas, el aroma que se desprende del papel añejo, el silencio del ambiente, se transforman en momentos que son míos y de cada lector.
Aprovecho la ocasión para reconocer la invalorable labor del personal que allí presta servicios, que año tras año se prodiga en la atención de los más variados concurrentes. Esto no es nuevo, la frecuento desde al menos 1967, como que mi carnet lleva el número 11.XXX. Muchas gracias a todos.
Al llegar a este punto solo me atenaza una esperanza, que el diario “La Capital”, del que su fundador dijo que “sus columnas pertenecen al pueblo” done a la Biblioteca su colección que ya tiene traspasada en formato digital.
En ese momento, que esperamos no sea lejano, Rosario habrá recobrado su memoria social y en las líneas del diario podrán abrevar todos los que quieran investigarla. Un gesto de generosidad que todo rosarino agradecerá, al fin y al cabo “La Capital” es parte misma de la ciudad.
¿No sería buen momento el año 2025, en que Rosario celebra los 300 años de contar con su primera autoridad oficial?
Hoy quiero compartirles algunos avisos que hace unas décadas anunciaban la construcción de edificios y emprendimientos comerciales que hoy identifican a Rosario. Muchos recordarán a las empresas vinculadas con ellos, a sus arquitectos y a aquella ciudad en auge que debe volver a ser. Un tiempo donde la inversión en ladrillos fue la mejor opción.
Los invito al recuerdo, les comparto un viaje a la memoria hacia aquellos días de fines de los años 50 y principios de los 60.
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