Lejos en el tiempo, han quedado los momentos esplendorosos del fútbol argentino y su actualidad, se halla inmersa en la crisis más profunda de su historia.
Sin la representatividad ungida de los votos y con una Comisión Normalizadora, que organiza la desorganización, la A.F.A. se encuentra inerte y carente de respuestas concretas para restablecer el normal cronograma de los torneos.
¿Es la Superliga; es la elección de un nuevo titular en A.F.A.; es el pago de la cuota de diciembre y la cláusula de rescisión del Fútbol para Todos, la solución de todos los males de nuestro fútbol? A ciencia cierta, lo desconozco, pero si sé que, en este contexto, el fútbol argentino, en especial las categorías de ascenso, van camino a su inexorable extinción.
A simple vista, el partido que está jugando el fútbol, es el de las divisas para que los campeonatos puedan reanudarse, pero… ¿qué otro encuentro se está disputando y que el aficionado no logra ver? A mi entender, ese partido oculto es el de la privatización de los clubes, un viejo anhelo de la política actual.
La asfixia económica, puesta de manifiesto con la expiración anticipada del programa Fútbol para Todos, es la excusa justa para alcanzar tal objetivo y ella, sin dudas, será la madre de todas las batallas que deberá librar el fútbol argentino.
La anarquía es visible y prueba de ello, a modo de ejemplo, ha sido la desorganización para conformar el plantel que disputó los últimos juegos olímpicos Río 2016 y la designación de Claudio Ubeda, como entrenador del juvenil sub 20, sin haber presentado carpeta alguna para su evaluación.
Uno podría citar cientos de ejemplos, pero éstos son los más recientes y bien hablan del desorden que vive nuestro fútbol. Mientras algunos dirigentes viajan al exterior en búsqueda de fondos para desarrollar la Superliga, otros se hallan realizando malabares para abonar sueldos y mantener el normal funcionamiento de sus clubes.
La génesis de las privatizaciones, solo contemplan beneficios, presentes y futuros, y todo lo demás es considerado un “costo” inviable que no debería afrontarse. Ese costo, no es otro que el “leitmotiv” de las instituciones, aquello que dio origen a las Asociaciones Civiles y ello es, en definitiva, lo que se busca desterrar.
No vale la pena redundar en los males privatizadores de las empresas públicas, dado que la lista es muy extensa, pero si es importante recordar que los servicios prestados por tales empresas hoy, además de ser onerosos distan mucho de ser de calidad. En el fútbol, Mandiyú de Corrientes y Racing Club fueron claros ejemplos y solo la identificación de sus socios, lograron el resurgimiento de ambas instituciones.
Recordar dichos ejemplos, es de vital importancia dado que en su afán por ser una “Liga - Premier”, la primera división está cometiendo el error de desentenderse de sus compañeros de ruta, las divisionales de ascenso, de llevarlos a la encerrona de su existencia e incluso allanar, a futuro, el camino de su propia destrucción.
En el ámbito de la desinformación y confusión, se mueven los móviles privatizadores y por eso hoy, miles de conjeturas se cierne sobre el querido fútbol argentino.
Ante este escenario, resulta trascendente brindarle al hincha, la mayor información posible dado que ella, le dará las herramientas suficientes para no exigirle a sus clubes, el volver a jugar los campeonatos, a cualquier precio.
La información, le dará al hincha la avidez para ir la tribuna correcta, en el partido que se oculta. En la información, sin dudas, yace la supervivencia del deporte más popular de los argentinos, porque “En los ‘pesos’ de la incertidumbre, se ciñe la privatización del fútbol”. |
